Todo Israel está reunido para oír las palabras del pacto. El poder y el amor de Dios han obrado grandes milagros. El pueblo los había visto (v. 1), pero no con los ojos del corazón (v. 4; Efesios 1:18). Las señales cumplidas a su favor no tuvieron ningún efecto moral sobre su conciencia. Otro tanto sucedió durante el tiempo que el Señor Jesús estuvo en la tierra.
Muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos…
(Juan 2:23-24)
Corremos el riesgo de parecernos a ellos cada vez que nos contentamos con un conocimiento meramente intelectual de la verdad.
Sin embargo, el versículo 4 afirma que hasta ese día Dios no había dado a Israel oídos para oír. En tal caso, ¿el pueblo será culpable por no haber escuchado? ¡Desde luego que sí! El apóstol Pablo lo hace responsable de haber cerrado voluntariamente sus oídos para no oír y en consecuencia convertirse (Hechos 28:27-28).
Sabed, pues, –prosigue diciendo– que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán.
El Señor permita que fuera recibida y que hoy ninguno endurezca su corazón (Hebreos 3:7, 15; 4:7). Fijémonos en la frecuente repetición de la palabra “hoy” a lo largo de los últimos capítulos de este libro.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"