Este capítulo coincide con el capítulo 26 de Levítico. Juntos constituyen un doble y solemne testimonio al advertir a Israel sobre las consecuencias de su obediencia o desobediencia (Job 33:14).
Si oyeres…
(v. 1-2, 13)
En este libro muchas veces ha resonado el llamado: “Oye Israel”. ¡Que cada uno de nosotros ponga su propio nombre en lugar del de Israel y preste oído a los mandamientos del Señor! “Habla, porque tu siervo oye”, contestaría el joven Samuel (1 Samuel 3:10). Y Cristo mismo diría por el Espíritu de profecía:
Jehová el Señor… despertará mi oído para que oiga como los sabios.
(Isaías 50:4)
El hecho de escuchar la Palabra, de guardarla y ponerla en práctica siempre estará ligado a la bendición del Señor (Apocalipsis 1:3). Ella nos regocijará y enriquecerá nuestras almas en todo tiempo y lugar: “en la ciudad, y… en el campo”. Nuestra vida familiar y “todo aquello en que pusieres tu mano” llevará su impresión (v. 8). Iremos de victoria en victoria (v. 7). Finalmente esta sobreabundancia de prosperidad espiritual (v. 11) no podrá pasar desapercibida; su origen será evidente para todos: viene del Señor a quien pertenecemos y cuyo nombre será así glorificado (v. 10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"