Aunque diferentes las unas de las otras, todas las funciones de los coatitas, los gersonitas y los meraritas se relacionaban con el tabernáculo. Debían desmontarlo, transportarlo y volver a montarlo etapa tras etapa a través del desierto. Si bien hay “diversidad de ministerios” (1 Corintios 12:5), todos ellos se relacionan con Jesús nuestro Señor, y cada creyente tiene, de hecho, el mismo cargo: presentar a Cristo al pasar por el mundo y manifestar las diferentes glorias morales. En palabra y en obra, los siervos del Señor son responsables de mantener viva e intacta la enseñanza cristiana. Durante sus desplazamientos a través del desierto, la mayor parte de los utensilios iban ocultos bajo la humilde piel de tejón; esto nos recuerda que los creyentes poseen su tesoro –Cristo– “en vasos de barro” (2 Corintios 4:7). Una excepción: el arca estaba cubierta con un paño azul, símbolo del carácter celestial del Hombre-Dios caminando en este mundo. El candelero se llevaba sobre unas parihuelas y era visto por todos, figura del testimonio rendido en el mundo por Aquel que es la luz del mismo (Juan 8:12). El altar de bronce bajo su paño de púrpura (v. 13) le recuerda constantemente al redimido, mientras atraviesa el mundo, los sufrimientos de Cristo y las glorias que siguen.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"