Al resonar la trompeta de la liberación, el esclavo volvía a hallar su libertad, el pobre su posesión, las familias se reconstituían, cada heredad volvía a su verdadero propietario. Aquello era una restauración, un gozo general, imagen del que conocerá Israel y el mundo cuando Satanás sea atado y la creación sea desligada de su servidumbre. Hasta ahora la tierra padece y sufre “dolores de parto”, pero entonces gozará la libertad gloriosa de los hijos de Dios bajo el reinado de Cristo (Romanos 8:21). Semejante a ese pobre que se vendió al extranjero (v. 47), el pueblo de Israel, que por su falta perdió su herencia, la volverá a recuperar definitivamente de manos de Aquel que lo ha redimido: Cristo, el verdadero Booz (Rut 4).
Si Dios tiene la última palabra en lo concerniente a su creación, tengamos la certeza de que quiere también libertar plenamente a aquellos que le pertenecen. Un cristiano puede haber dejado que se le arrebate el disfrute de su herencia y estar empobrecido espiritualmente. Pero el pensamiento del Señor es restaurarlo en gracia, borrando todo el pasado, (no habla de los motivos por los cuales este hermano ha llegado a empobrecerse) y hacerlo gozar nuevamente de las riquezas celestiales.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"