Llegado el día de la purificación del leproso, este era llevado al sacerdote. Fijémonos en el papel eficaz pero indispensable que desempeña el amigo que lo conduce a aquel que le va a anunciar la curación. Es precioso ser empleado por Dios para traer a los pecadores al Señor Jesús. Es un servicio que incluso puede cumplir un joven cristiano (Juan 1:42, 46).
Pero si el sacerdote hubiera permanecido en el tabernáculo o en el campamento, el leproso, ahuyentado del mismo, nunca se hubiera podido encontrar con él. El sacerdote salía, pues, del campamento (v. 3). Para ir al encuentro del pecador, Jesús dejó la gloria. Somos incapaces de dar un solo paso hacia Cristo; por lo tanto él ha hecho todo el camino para llegar hasta nosotros. ¿Cómo podría el hijo pródigo entrar sucio y harapiento en la casa de su padre? Este sale a su encuentro y manda vestirlo con el traje más hermoso, mientras todavía está afuera. Siguen los detalles de la purificación. Las dos avecillas juntas nos hablan del remedio divino aplicable al pecado de todo hombre. La muerte del Señor: a la primera avecilla se le degollaba; su resurrección: la segunda avecilla levantaba el vuelo, marcada con la sangre que llevaba consigo hacia el cielo para colocarla simbólicamente bajo la mirada de un Dios satisfecho.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"