Para que la lepra fuese diagnosticada, el enfermo debía presentar dos síntomas. El pelo blanco hace pensar en una decadencia espiritual que tiene su fuente en la pérdida de la comunión con el Señor. La mancha más hundida que la piel indica que no se trata de un defecto superficial y revela un mal profundo. Pero, cosa paradójica y difícil de comprender, mientras que una sola mancha bastaba para establecer la impureza del leproso, a partir del momento en que este se hallaba enteramente cubierto de la enfermedad, ¡se lo podía declarar limpio! Sin embargo es así. Tal como el pobre leproso, que durante largo tiempo se ha esforzado en tapar sus llagas hasta que ya no puede disimular más, cuando un hombre se ve forzado a reconocerse totalmente manchado, Dios puede declararlo limpio en virtud de la obra de Cristo.
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad… Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
(Salmo 32:5)
Pero toda muestra de carne viva volvía a la persona otra vez impura, porque ella es la imagen de los vanos esfuerzos de la vieja naturaleza para mejorarse. En Lucas 5:12-14 un “hombre lleno de lepra” se acerca a Jesús y le pide que, si quiere, lo sane; el Señor lo sana y luego lo invita, para dar testimonio de ello, a cumplir con las instrucciones del capítulo 14 de nuestro libro.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"