El manto azul que Aarón debía llevar bajo el efod nos habla del carácter celestial de nuestro Sumo Sacerdote. Cristo ha sido hecho más sublime que los cielos (Hebreos 7:26) en tanto que un testimonio le es dado en la tierra por estos “hermanos juntos en armonía”, quienes, sostenidos por Su sacerdocio en el cielo, constituyen como “el borde de sus vestiduras” (Salmo 133:1-2). Las campanillas nos hacen pensar en lo que debemos oír en la vida de los hijos de Dios. Su tintineo era la prueba de que el sacerdote estaba vivo. ¿Mostramos a nuestro alrededor que Cristo está vivo? Las granadas representan el fruto: lo que se debe ver en la vida de los santos si están vinculados a la «vestidura» del Hombre celestial (comparar con Juan 15:5). Observemos que las campanillas y las granadas estaban en igual número, lo que significa que las palabras y los hechos deben ir a la par en la vida de cada hijo de Dios. Pero, si en ese testimonio y ese servicio nos sentimos sin fuerzas e imperfectos, tenemos un remedio: Cristo ante Dios en su absoluta santidad, quien tiene sobre su frente la lámina de oro fino con la inscripción
Santidad a Jehová.
(v. 36)
Si lo consideramos, no estaremos pendientes de nuestras debilidades, sino de sus perfecciones (Salmo 84:9).
Las vestiduras de los hijos de Aarón nos hacen pensar en la promesa del Salmo 132:16.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"