“Regocijaos en el Señor”, insiste el apóstol. No obstante, no le faltaban motivos para derramar lágrimas (cap. 3:18). Una infeliz discordia oponía a dos hermanas: Evodia y Síntique, lo cual alteraba a la iglesia. Pablo exhortó –o más bien suplicó– a cada una de ellas personalmente ¡que aprendieran –y nosotros también– la gran lección del capítulo 2:2! (comp. Proverbios 13:10). ¿Es nuestra gentileza conocida por nuestros hermanos, hermanas y compañeros? Cuántas querellas y preocupaciones cesarían si tuviéramos conciencia de que el retorno del Señor es inminente. Por medio de la oración, descarguemos nuestros corazones de todo lo que los atormenta. ¿Serán inmediatamente satisfechos? No necesariamente, pero Dios podrá verter en ellos su perfecta paz (v. 7). ¿Cómo evitar los malos pensamientos? Cultivando los buenos. Utilicemos el versículo 8 como una zaranda: lo que ocupa mi espíritu en este momento, ¿es verdadero, justo, puro, amable, edificante…? Pensamientos filtrados y depurados podrán traducirse solo en hechos de la misma naturaleza (v. 9). ¿Y cuál será la consecuencia de ello? No solo la paz de Dios, sino que “el Dios de paz”, en persona, morará con nosotros (Juan 14:23).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"