Pablo, ministro del Evangelio (v. 23 final), lo era también de la Iglesia (v. 25). A costa de muchos sufrimientos, trabajaba y combatía por ella (v. 28-29). Anunciaba los divinos misterios, escondidos “de los sabios y de los entendidos” pero revelados incluso al más joven creyente (v. 26; cap. 2:2 final; comp. Efesios 3).
En esta ocasión, notemos las numerosas semejanzas entre la epístola remitida a los colosenses y la escrita a los efesios. Pero, mientras que esta última muestra al creyente sentado en los lugares celestiales en Cristo (Efesios 2:6), la epístola a los Colosenses lo considera en la tierra, teniendo a Cristo en él: la esperanza de gloria (v. 27). ¡Maravilloso pensamiento! Él, en quien
agradó al Padre que habitase toda plenitud,
habita ahora en el corazón de los suyos. Comprendemos que antes de mencionar las “palabras persuasivas” (v. 4) y los ensueños del espíritu humano, el apóstol empiece por presentar las excelentes realidades cristianas como para hacer notar el contraste. Sí, en Cristo tenemos verdaderamente “todas las riquezas de pleno entendimiento” y “todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (v. 2-3). ¿Qué podríamos buscar fuera de él?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"