Como modelo de obediencia (v. 8), el Señor tiene el derecho de exigir la nuestra en todo “sin murmuraciones y contiendas” (v. 14). La ausencia del apóstol no eximía a los filipenses de la obediencia (v. 12). Al contrario, ya que él no estaba más con ellos, debían velar por sí mismos para no malograr su carrera cristiana. Del mismo modo un joven creyente, cuando abandona el techo paterno, no por esa razón deja de estar sujeto al Señor,sino que es responsable de su propio andar. Los luminares o estrellas son objetos celestes que brillan en la noche y permiten a los hombres orientarse. Tales son los cristianos en la noche de este mundo.
La palabra griega traducida por “ocupaos en” tiene el sentido preciso de cultivar. Implica, pues, una paciente sucesión de operaciones, tales como arrancar malas hierbas (pensamientos impuros, prácticas deshonestas, mentiras, etc.). Esta tarea no podemos efectuarla con nuestras propias fuerzas (v. 13). Incluso el querer, el deseo, es producido en nosotros por el Señor. ¡Qué hermoso testimonio resulta de ello! (v. 14-16).
Veamos en este capítulo los diferentes ejemplos de abnegación, comenzando por el más elevado, el de Cristo, luego el de Pablo asociado con los filipenses (v. 16-17), el de Timoteo (v. 20) y el de Epafrodito (v. 25-26, 30). En cambio, cuán triste resuena el versículo 21. ¿A quién deseamos parecernos?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"