Para hallar el camino hacia todos los corazones, para “ganar” a un hermano y apaciguar una disensión, existe solo un secreto: el renunciamiento a sí mismo. Podremos aprenderlo al contemplar y adorar a nuestro incomparable Modelo. Según sus propias palabras, “cualquiera que se enaltece, será humillado (por Dios); y el que se humilla, será enaltecido (por Dios)” (Lucas 14:11; 18:14). Dos historias exactamente opuestas se pueden resumir en esta frase: la del primer Adán, desobediente hasta la muerte, seguido por su descendencia ambiciosa y rebelde; y la de Cristo Jesús, quien por amor se despojó de su gloria divina, se humilló lo máximo haciéndose hombre y luego murió por nosotros en la cruz.
La forma de un hombre, la condición de un siervo y la muerte ignominiosa de un malhechor son las tres etapas de ese maravilloso sendero. Sí, con toda justicia, Dios tenía consigo mismo el compromiso de exaltarle hasta lo sumo y de honrarle con un nombre soberano. Bajo ese nombre de Jesús, tan glorioso y dulce a la vez, el cual tomó para obedecer, servir, sufrir y morir, será reconocido como Señor y recibirá el homenaje universal.
Amigo lector, ¿qué valor tiene ese Nombre para su corazón?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"