El corazón del hombre fue creado de tal manera que no soporta permanecer vacío. Siente un hambre que el mundo, semejante a un vasto almacén, se esmera en satisfacer mediante una variedad de los más apetecibles productos. Pero por experiencia sabemos que por más atrayente que sea para nosotros un escaparate a la hora de comer, deja de tentarnos una vez saciados. Esta comparación un poco trivial nos ayuda a recordar algo: nada ejerce atracción alguna sobre un corazón lleno de Jesús. Esto ocurría con el apóstol: Cristo era su único objeto, su única razón de vivir. ¿Quién se atrevería a asumir este versículo 21? No obstante, el progreso del cristiano consiste en manifestar esto cada vez mejor. Cristo le bastaba a Pablo para vivir y para morir. Colocándose ante esa alternativa, no sabía qué escoger. Al morir, ganaba a Cristo, y al vivir servía a Cristo. El amor por los santos lo impulsaba más bien a quedarse.
La defensa del Evangelio, como todo combate, implica sufrimientos (1 Tesalonicenses 2:2, final). Pero estos son un don de la gracia del Señor, al igual que la salvación, un privilegio que él concede a los creyentes (v. 29). En vez de compadecernos de los cristianos perseguidos, ¿no deberíamos más bien tener el mismo celo? Por lo menos oremos por ellos. Así tomaremos parte con ellos en el combate por la verdad.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"