Para mantenerse firme frente a esos terribles enemigos “espirituales”, las armas del hombre son totalmente ineficaces. Sería lo mismo que luchar con los puños contra tanques o misiles (véase Job 41:1 y sig.). Pero Dios pone a nuestra disposición su armadura (comp. Romanos 13:12). ¿Cuáles son las piezas que la componen? La verdad como cinto: la fuerza que da la sumisión a la Palabra. Por medio de ella, Jesús triunfó en el desierto. La justicia como coraza: una conducta irreprochable, sin falta ante los hombres. El evangelio de paz como calzado: un andar activo en la paz a fin de preparar a las almas para recibir la verdad. La fe como escudo: una confianza total en lo que Dios es. La salvación como yelmo: la misma confianza en lo que Dios ha hecho. Así vestidos y protegidos, podremos contraatacar victoriosamente con la espada del Espíritu y la oración.
Sería demasiado tarde tratar de ponernos esa armadura completa en el momento de tener que combatir. Llevémosla “en todo tiempo” (v. 18), así estaremos seguros de tenerla puesta “en el día malo” (v. 13). Entre las oraciones, no descuidemos las que tienen que ver con la obra del Señor. El apóstol las solicitaba. Estaba seguro de hallar, en los efesios, un profundo interés por el Evangelio y por la Iglesia. ¡Que el Señor pueda verlo también en cada uno de nosotros!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"