Es verdaderamente triste que Dios deba hacer, a personas sentadas en lugares celestiales, tan elementales recomendaciones como: no mientan… no hurten… no se embriaguen (cap. 5:18). Pero él sabe de qué son capaces nuestros pobres corazones carnales, y el diablo, que también lo sabe, no perderá ninguna de las oportunidades que le ofrezcamos (v. 27).
Notemos que cada exhortación está acompañada de un motivo particularmente elevado y conmovedor, relacionado con las tres Personas divinas.
1° El Espíritu Santo está en nosotros; cuidémonos de contristarlo (v. 30).
2° Somos los amados hijos de Dios, y nuestro Padre, quien es el Dios de amor, desea ver su semejanza en nosotros (cap. 5:1). El versículo 32 dice: “… perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Esto va más lejos que la oración enseñada a los discípulos judíos: “Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben” (Lucas 11:4).
3° Jesús mismo es nuestro Modelo (cap. 5:2; Juan 13:14). Nos enseñó el amor amándonos hasta la muerte (1 Juan 3:16). No obstante, jamás olvidemos que él se ofreció primeramente a Dios en perfecto sacrificio; en olor infinitamente fragante.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"