Desde el versículo 22 hasta el versículo 9 del capítulo 6, el apóstol introduce el cristianismo en el círculo familiar. La sumisión de una esposa a su marido actualmente es considerada, en nuestros países, como un principio anticuado. Pero si el amor de Cristo constituye la atmósfera de un hogar, el marido no exigirá nada que sea arbitrario, y la mujer, por su lado, reconocerá que todo lo que se le pide corresponde a la voluntad del Señor. De hecho, el amor dictará al marido su actitud. Y de nuevo es evocado el Modelo perfecto: Cristo en sus divinos afectos por su Iglesia. En los capítulos 1 (v. 23) y 4 vemos a la Iglesia como su Cuerpo y a él como la Cabeza. En el capítulo 2 nos es presentada como un edificio del cual él es la piedra angular. Finalmente, en estos pasajes ella es su Esposa. Como tal, recibió, recibe y recibirá las más excelentes demostraciones de su amor. Ayer, Cristo se entregó a sí mismo por la Iglesia (v. 2). Hoy, la colma de sus cuidados, la purifica, la alimenta y con ternura la prepara para el glorioso encuentro (v. 26, 29; 4:11 y sig.). Mañana se la presentará a sí mismo, para su gozo, sin mancha, ni arruga ni cosa semejante, sino gloriosa, santa e irreprochable, porque entonces estará revestida de las mismas perfecciones de Cristo (v. 27).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"