¡Cuidado con las palabras vanas y necias que pronunciemos o escuchemos! (v. 3-6). Así como antes éramos tinieblas, ahora somos “luz en el Señor”. Entre las dos posiciones se halla nuestra conversión. A estos dos estados corresponden dos maneras de andar: la de antes (cap. 2:2; 4:17-19) y la que debe caracterizarnos ahora. Como hemos sido creados para buenas obras, andemos en ellas (cap. 2:10). Ya que hemos sido llamados para participar desde ahora en la gloria de Cristo, andemos de un modo digno de esa vocación (cap. 4:1). Puesto que somos hijos del Dios de amor, andemos en amor (cap. 5:1-2). Si hemos sido transformados en “luz en el Señor”, andemos como hijos de luz (v. 8; comp. Juan 11:10). En estos días peligrosos y malos, miremos dónde pisamos; andemos con cuidado (v. 15). Todas estas exhortaciones, ¿son una penosa obligación? De ningún modo; y los versículos 19 y 20 muestran de qué manera el creyente traduce su felicidad y agradecimiento.
Meditemos frecuentemente en el versículo 16. Desgraciadamente, cada uno de nosotros conoce el pesar de haber desaprovechado repetidas oportunidades para servir al Señor o para dar testimonio de él. Por lo menos, sepamos aprovechar las que se presenten. Y no perdamos la única y maravillosa ocasión de vivir el resto de nuestra corta vida terrenal para el Señor Jesucristo. Solo él es digno de ello.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"