La mayoría de los jóvenes sienten impaciencia por gozar de los privilegios de los adultos. En cambio, no les importa prolongar, a veces durante toda su vida, un estado espiritual infantil. Los versículos 13 a 16 describen el crecimiento armonioso de ese cuerpo de Cristo del que formamos parte. Ese crecimiento resulta del desarrollo individual de cada creyente. Solo en Jesús el “varón perfecto” alcanza su completa estatura. Cristo en él es una “plenitud” (v. 13; 1 Juan 2:13). En cambio el niño, por falta de afianzamiento en la verdad, permanece receptivo a todos los errores. ¡Cuán peligroso es ese estado! Podemos comprobarlo al ver en qué tinieblas morales y espirituales está hundido el mundo por ignorar a Dios (v. 17-19). Nosotros, que hemos sido enseñados según la verdad que es en Jesús, mostremos, por medio de nuestra conducta, cómo hemos “aprendido… a Cristo” (v. 20). Nuestra doctrina, o mejor dicho, nuestra manera de vivir, es una Persona. Cristo se aprende. ¡Estudiémosle mucho y vivámosle!
Así como una persona se cambia una prenda de ropa por otra, nos hemos despojado del viejo hombre y vestido del nuevo (v. 22-24). La vestimenta de alguien no pasa inadvertida. ¿Cuál es la nuestra a los ojos de los demás: la ropa manchada del viejo hombre o cierta semejanza moral con el Señor Jesús? (Hechos 4:13).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"