“No he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. Por tanto, mirad por vosotros…” (Hechos 20:27-28). Estas palabras de Pablo a los ancianos de la iglesia de Éfeso corresponden a las dos divisiones de la epístola a los Efesios. Del capítulo 1 al 3, el apóstol expone el maravilloso consejodivino. Luego prosigue: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego…”, mostrando en los capítulos 4 a 6 el andar que corresponde a una vocación tan elevada (1 Tesalonicenses 2:12). Lo que debe caracterizarla, en primer lugar, es lo contrario de un espíritu de superioridad: la humildad con mansedumbre y la tolerancia hacia los demás en amor, en el vínculo de la paz. Así como hay una misma esperanza de nuestra vocación, hay un Espíritu que une los miembros de un Cuerpo (en cambio, los hombres han fundado numerosas iglesias y cada una cuenta sus miembros). Bajo la autoridad de un Señor nos es enseñada una fe cristiana y un bautismo confiere el nombre y la responsabilidad inherentes al cristiano (¡pero los hombres hablarán del bautismo de su religión!). Finalmente, un Dios y Padre, de quien todo y todos proceden, tiene sus derechos divinos sobre nosotros.
El Señor, como hombre glorificado, subió por encima de todos los cielos después de haber descendido a la muerte. Ahora distribuye a los suyos los múltiples dones de su gracia. ¿Nos sometemos a él?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"