En su obstinación, Ocozías envía un segundo capitán de cincuenta para que le traiga a Elías. Su intimación es todavía más insolente: “Desciende pronto”. Pero recibe la misma terrible respuesta.
En el monte Carmelo, el fuego no cayó del cielo sobre los presentes, sino sobre el holocausto. Era una figura del juicio divino que descendió sobre Cristo, con miras a atraer hacia Dios el corazón del pueblo. Ahora, en este otro monte, el fuego debe descender en juicio sobre los hombres rebeldes.
Jesús, la santa Víctima, sufrió solo el ardor de la ira divina. Pero más tarde, los que no hayan creído tendrán que soportar ellos mismos y eternamente esta inflexible cólera (Romanos 1:18).
El día del juicio todavía no ha llegado. Por eso, cuando los discípulos Jacobo y Juan, refiriéndose a esta escena, proponen al Señor que haga descender fuego del cielo sobre una aldea de los samaritanos, él debe censurarlos fuertemente (Lucas 9:52-55).
El jefe de la tercera cincuentena quizá sea uno de los 7000 que Jehová nombró al profeta. Habla con respeto, humildad y afecto por sus soldados. Con él, Elías va al rey, pero solo para repetir palabra por palabra su primer mensaje, pronto confirmado por la muerte de Ocozías.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"