Ben-adad no cumplió su palabra (cap. 20:34). No restituyó Ramot de Galaad. Acab se propone retomarla y hace participar de su proyecto a un ilustre visitante: Josafat, rey de Judá. Pero, ¿qué pensar de esta visita? ¿No puede uno regocijarse al ver que se establece una amistad entre los soberanos de esos dos reinos que han estado tanto tiempo en conflicto? Es un paso hacia la unión, que actualmente está a la orden del día en el mundo cristianizado. En realidad, ante Dios es una infidelidad de parte de Josafat. Era rey en Jerusalén, en donde se encontraba el templo de Jehová. Por el contrario, Acab era un idólatra.
¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?
(2 Corintios 6:16).
¿Cómo puede el rey de Judá decir: “Yo soy como tú”? (v. 4).
Vemos el engranaje en que se deja atrapar el pobre Josafat. Sintiéndose incómodo, hace algunas tímidas observaciones a Acab, pero no tiene la energía necesaria para oponerse a su proyecto. Para esto le hacía falta más valentía que para hacer la guerra a los sirios. Y por cierto, cada uno de nosotros lo sabe por experiencia: la acción más difícil, la que exige más valentía, muchas veces será un simple rechazo, el rechazo de asociarse al mal (Salmo 1:1).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"