El reinado de Josafat está más detallado en el segundo libro de Crónicas. Sin embargo, detengámonos aquí en un hecho muy instructivo. Josafat había armado una flota para buscar oro en Ofir. Pero la mano de Dios lo detiene: sus naves son destruidas. ¿Va a obstinarse? Al contrario: se somete. A pesar de que el rey de Israel le propone socorrerlo con sus marinos, esta vez sabe decir ¡no!
¿No hemos hecho alguna vez hermosos proyectos que han sido aniquilados de golpe por una inesperada circunstancia? Así le sucedió a Job, quien debió exclamar:
Mis propósitos están desbaratados, los tesoros más preciosos de mi corazón
(Job 17:11, V. M.)
Para hacer fracasar esos planes, Dios se vale de varios medios: ¡mal tiempo, enfermedad, falta de dinero, fracaso en un examen!… Todo esto siempre es penoso. Pero, en lugar de irritarnos o insistir en hacer, pese a todo, lo que nos habíamos propuesto, preguntémonos si nuestro proyecto tenía la aprobación del Señor. A sus ojos, un espíritu quebrantado tiene más valor que naves poderosas (véase Isaías 57:15; Salmo 51:17).
El último párrafo nos trae de vuelta a la corte de Israel. Allí vemos al nuevo rey, Ocozías, sirviendo a Baal y prosternándose ante él. Tal es la triste nota final del primer libro de los Reyes.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"