Desde el principio de este libro, vemos al miserable Ocozías dar un paso más hacia la idolatría. Estando enfermo, manda a consultar a Baal-zebub (Señor de las moscas o de la suciedad). Hecho aun más tenebroso por cuanto detrás de ese ídolo está Satanás, quien se hace adorar. ¡Más tarde los judíos lo llamarán Beelzebú, el jefe de los demonios! (Mateo 12:24). Entonces, de parte de Jehová, la suerte de Ocozías está echada, y Elías es el encargado de anunciárselo, como otrora a su padre. Pero, mientras que en Acab hubo alguna humillación, Ocozías solo piensa en apoderarse de la persona del profeta, con violencia, si fuera necesario. Pensamos en los hechos criminales de otro rey, el malvado Herodes, contra Juan el Bautista (a quien la Palabra a menudo confronta con Elías; comp. su ropa en el v. 8 y Marcos 1:6). Esta abierta rebeldía contra Jehová recibe inmediatamente un solemne castigo.
Así, Ocozías parece superar a su padre en maldad. Solo había tenido a la vista el triste ejemplo de sus padres, Acab y Jezabel. ¿Qué decir entonces de los jóvenes educados por padres piadosos, los cuales, pese a ese privilegio, siguen a los ídolos de este mundo?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"