Como Acab, que mediante un crimen se apropió de la heredad de Nabot, el hombre, habiéndose deshecho de Cristo, se conduce como si el mundo le perteneciera. De una manera general, Acab ilustra la tendencia a querer siempre lo que no se tiene. Colmado de riquezas, todo lo que le interesaba era la viña de su vecino. El corazón natural se halla perpetuamente insatisfecho.
La mentira y el homicidio han puesto al rey en posesión del objeto de su codicia. Ahora se levanta y desciende, con el corazón alegre, para tomar posesión de su nueva propiedad. ¡Pero toda su alegría se desvanece bruscamente! Alguien bien conocido le espera en la viña de Nabot. ¡Es Elías! Jehová le ha enviado para que anuncie al rey el terrible castigo que le aguarda.
Entonces, por primera vez, aparece en Acab una señal de humillación. Por el ejemplo de sus predecesores sabe que la palabra de Jehová siempre se cumple. ¿Se trata de
Arrepentimiento para salvación?
(2 Corintios 7:10)
No, como lo mostrará la continuación de su historia. Una verdadera conversión siempre se juzga por los frutos. Empero Dios, atento a toda señal de examen de conciencia, toma en cuenta esa actitud de Acab para aplazar su castigo (Ezequiel 33:11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"