Poco faltó para que Acab fuera totalmente despojado por el rey de Siria. Ingrato para con Jehová, quien le había conservado todo, Acab a su vez, por codicia, procura despojar a su prójimo. Nabot, como fiel Israelita, no podía ceder su herencia, conforme a Levítico 25:23. ¿Mostramos la misma fidelidad y firmeza cuando se trata de mantener la herencia espiritual que hemos recibido? Guardémonos de tener en poco las incomparables verdades bíblicas cuyo depósito nos es confiado (1 Timoteo 6:20; 2 Timoteo 1:14).
Cobardemente, el miserable rey deja obrar a su mujer y, entonces, bajo el manto de la autoridad real, se comete una abominable injusticia.
Pero Nabot tiene el privilegio de representar a uno más grande que él. En la parábola en que el Señor Jesús se presenta a sí mismo como el heredero de la viña, oímos las terribles palabras:
Venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad
(Mateo 21:38).
Y al final del mismo evangelio vemos que también dos testigos falsos comparecieron ante el concilio. Allí, Jesús fue acusado de blasfemia por los jefes del pueblo (Mateo 26:60, 65-66), antes de sufrir y morir “fuera de la ciudad” (v. 13; Hebreos 13:12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"