Cristo resucitado no hizo más que preceder a los creyentes que “durmieron” y que resucitarán cuando él venga. En cuanto a los demás muertos, solo más tarde se les restituirá la vida, cuando tengan que comparecer ante el trono del juicio (véase Apocalipsis 20:12). Solo entonces “todas las cosas” serán definitivamente sujetas a Cristo. Después de esto, el pensamiento se pierde en las profundidades de la bienaventurada eternidad en que Dios será finalmente todo en todos (v. 28).
Una vez cerrado el glorioso paréntesis de los versículos 20 a 28, el apóstol muestra cómo el hecho de creer o no creer en la existencia de la vida futura determina el comportamiento de todos los hombres, empezando por el suyo (v. 30-32). ¡Cuántos desdichados hay cuya religión se resume en estas palabras: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”! (v. 32). Se persuaden a sí mismos de que no existe nada más allá de la tumba, para así animarse a gozar sin trabas de su breve existencia “como animales irracionales” (2 Pedro 2:12). En cuanto al creyente, su fe tendría que mantenerle despierto (v. 34), preservarle de asociarse a peligrosas compañías, impedirle comer y beber con los borrachos de este mundo (v. 33; Mateo 24:49). ¡Que la compañía del Señor y de los suyos nos basten hasta que él venga!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"