Una séptima plaga es anunciada: el granizo. Por primera vez vemos que algunos egipcios temen la palabra de Jehová y ponen sus ganados al abrigo. La finalidad de las catástrofes que Dios permite es recordar a los hombres su presencia. Hoy día nos sentimos muy orgullosos de todos los progresos científicos por medio de los cuales el hombre cree asegurar el control de las fuerzas de la Naturaleza. Entonces, para hacer recordar quién es el dueño del mundo, Dios permite cataclismos naturales, calamidades imprevisibles (terremotos, epidemias, invasiones de insectos) que muestran a la criatura su pequeñez y que humillan su orgullo (Job 38:22-23). Dios procura por todos los medios que los hombres vuelvan sus pensamientos hacia Él. En efecto, frecuentemente tales llamados de atención les lleva a reflexionar y a preocuparse por su destino eterno. ¡Cuántas almas sumidas en la angustia han encontrado en Jesús el abrigo, no solamente contra las tempestades de este mundo, sino contra el juicio eterno!
Dios mide con cuidado la intensidad y la duración de la prueba. Esta no irá más lejos de lo que Él permita. El lino y la cebada fueron destrozados, pero no el trigo y el centeno (v. 31-32). En cuanto a sus amados, estos gozan durante el curso de la tempestad de una maravillosa protección (v. 26).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"