Una plaga “gravísima” cae ahora sobre el ganado. Dios guarda los rebaños de Israel porque necesitarán corderos para la Pascua y más tarde para ofrecer otros sacrificios. Además, una úlcera hace erupción en los hombres y las bestias. El corazón del rey permanece insensible, pese a que las plagas –notémoslo bien– son enviadas a su corazón (v. 14). ¿Cómo explicar este encarnizamiento de Faraón contra Israel? Satanás sabe que de ese pueblo debe nacer un día el Mesías, uno mucho más grande que Moisés, que vendrá a liberar a los hombres de su yugo y será su vencedor. Por eso retiene a Israel en esclavitud el mayor tiempo posible. Pero esta obstinación no consigue más que hacer resaltar el poder de Dios y publicar Su nombre en toda la tierra (v. 16, citado en Romanos 9:17).
Puesto en presencia de la potestad de Dios, pero también de su misericordia –porque sucesivamente retiró las ranas, los piojos (o mosquitos) y las moscas–, el orgulloso Faraón voluntariamente endurece cada vez más su corazón y rehúsa arrepentirse.
Cuántas personas endurecen sus corazones en presencia del milagro más grande de la gracia: el Hijo de Dios quien murió para salvar a los hombres perdidos.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"