¿Quién es el que llama a uno a ser pastor?
Aunque Moisés mismo no se sentía capaz, el llamamiento que recibió venía directamente de Dios:
“Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo…?” (Éxodo 3:10-11).
Acerca de David leemos:
Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel
(2 Samuel 7:8).
Y en el Nuevo Testamento leemos acerca del llamamiento de Pedro:
“Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor: tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17).
Incluso el gran apóstol Pablo no se asignó su propio oficio. Este le fue dado por Dios mismo.
“Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando estos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que (yo) los he llamado” (Hechos 13:1-2).
A su vez, Pablo, despidiéndose de los ancianos (obispos) de la iglesia de Éfeso, quienes compartían sus responsabilidades, les dijo que cuidaran el rebaño. Esta no era una función que ellos mismos se atribuían, sino que les fue dada, no por Pablo, sino por Dios el Espíritu Santo.
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su sangre” (Hechos 20:28).
Es muy importante para nosotros entender esto hoy en día, cuando de diversas maneras personas toman esta responsabilidad o la confieren a otras. Actualmente muchos son nombrados por una u otra congregación para ser pastores, pero en las Escrituras no se encuentra ninguna justificación para hacer esto. Tampoco se trata de elegir democráticamente, ni de convocar elecciones para que la mayoría decida. Esto no es bíblico. En ocasiones también sucede que cuando una persona ha pasado por un proceso de preparación, un curso o una escuela, es nombrado pastor. ¡Esto tampoco se encuentra en la Biblia! A veces uno se nombra pastor a sí mismo. Muchas veces oímos a uno expresarse así: «Yo soy pastor de tal iglesia», «mi iglesia», «tengo mi iglesia», como si él fuera el dueño o que la iglesia fuera suya. Pero sabemos que solo hay una Iglesia y que esta Iglesia pertenece al Señor Jesús, y no a un «pastor» humano. Atribuirse esta posición es algo muy grave y debemos dejar esta actitud y práctica porque estamos robando al Señor sus derechos. Otras veces se nombra a una persona porque parece tener más conocimiento que los demás. Sin embargo, vimos que Moisés se consideraba a sí mismo como alguien que no era capaz de desempeñar este servicio, aunque fue elegido por Dios. Cuando Samuel fue enviado a ungir un nuevo rey para Israel, en lugar de Saúl, la familia olvidó totalmente a David. Sí, su hermano era muy hermoso, e incluso Samuel pensaba que ese era el elegido, pero Dios dijo: NO.
“Aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:6-7).
No debemos pensar como el mundo. Tampoco debemos argumentar que así lo hemos hecho durante muchos años, que así lo hace nuestra denominación, o que así lo hacen todos. Debemos escudriñar qué dice la Biblia para luego ponerlo en práctica. Cuando Moisés supo que no podía entrar en Canaán, pidió a Dios que no dejase a Israel sin pastor.
“Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación de Jehová no sea como ovejas sin pastor. Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; y lo pondrás delante… de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos. Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca… por el dicho de él saldrán, y por el dicho de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él, y toda la congregación. Y Moisés hizo como Jehová le había mandado, pues tomó a Josué y lo puso delante… de toda la congregación; y puso sobre él sus manos, y le dio el cargo, como Jehová había mandado por mano de Moisés” (Números 27:16-23).
Qué hermoso ver que Moisés pidió a Dios, y Dios mismo eligió a uno para ser pastor en lugar de Moisés.
Sabemos que el Señor Jesús es nuestro pastor, que dio su vida por sus ovejas. Y si ha hecho esto, ¡cuán importante es para él cuidarlas!
“Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6:34).
Si el Señor se preocupó por la multitud, ¿cómo podríamos imaginar que no cuidase de los suyos? ¿Nos atreveríamos a pensar que él no proveerá pastores para sus ovejas? Es mejor dejarle a Él la tarea de escoger a los pastores.
En Hebreos 13:20 el Señor Jesús es llamado el “gran pastor de las ovejas”, y en 1 Pedro 5:4 se le llama “Príncipe de los pastores”. Esto significa que el gran pastor está sobre todos. El Príncipe de los pastores se preocupa por sus ovejas más que cualquier otro. Él ha encomendado el cuidado de Su rebaño a otros, pero está vigilando, observando cómo lo hacen.
En el Antiguo Testamento vemos que Dios era el Pastor de Israel, e Israel conoció así a Dios.
“Oh Pastor de Israel, escucha: Tú que pastoreas como a ovejas a José, que estás entre querubines, resplandece” (Salmo 80:1).
“He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:10-11).
Así como cuidó a Israel, Dios también cuidará de nosotros. No nos dejará sin aquellos que nos cuiden. Esto lo vemos en Efesios:
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12).
Una vez más se evidencia Quien ha dado, Quien ha escogido… Es Cristo, la cabeza de Su cuerpo, que es la Iglesia.
“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:17-18).
Jesucristo tiene todos los derechos sobre la Iglesia, porque es Su iglesia. Él es quien se encarga de cuidarla, por eso él mismo llama y da pastores a Su Iglesia. Los pastores son responsables ante su Señor, pues él los ha llamado, nombrado y les ha encargado una misión muy especial. A Dios tendrán que dar cuenta.
Él dio varios dones: profetas, evangelistas, pastores y maestros. Observando esta lista (que no es completa, hay otros dones mencionados en Romanos 12 y 1 Corintios 12), podemos deducir que normalmente uno no tiene todos los dones, sino tal vez solo uno.