Siervos y amos
Habiendo considerado las relaciones entre esposo y esposa, entre padre, madre e hijos en el hogar cristiano, resta hacer lo mismo con la relación que existe entre siervos y señores; pero como esta relación no se da en todos los hogares, sólo la consideraremos brevemente. Sin embargo, no es una relación de menor importancia, puesto que debería ser mantenida para gloria de Dios, en conformidad con todo lo que el hogar cristiano representa.
Siervos
Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís
(Colosenses 3:22-24).
Aquí el siervo es llevado a mirar al Señor como Aquel a quien debe prestar su servicio, quien también recompensará todo servicio fiel. Así que lo que quizás pueda parecer una tarea nimia y humilde es elevada al alto nivel del servicio para el Señor Jesucristo.
El siervo, cuyos ojos están dirigidos hacia el Señor, ha de recordar también, y por encima de todo, que el Señor Jesucristo es su modelo en su trabajo. Él mismo vino a ser el Siervo perfecto, quien se humilló a sí mismo “tomando forma de siervo” (Filipenses 2:7), no viniendo “para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Entonces, el siervo cristiano debe aprender diariamente de Él, y reflejar Su carácter de siervo, para gloria de Dios. El evangelio de Marcos enfoca, de un modo especial, al Señor Jesucristo como Siervo, de modo que el estudio de ese evangelio será de mucho interés y provecho para todo siervo cristiano, que es lo que en un sentido amplio, deberíamos ser con todos para nuestro Señor y Maestro.
“Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tito 2:9-10).
Obediencia, sujeción y fidelidad son los requisitos para ser un buen siervo, de ahí esa exhortación del apóstol. Éstos fueron hallados con perfección en Cristo, el Siervo perfecto. El siervo cristiano ha de adornar, mediante su conducta y su servicio, la doctrina de Dios que él profesa. Por medio de una vida fiel y un servicio diligente, manifestará de manera práctica y visible la doctrina y las enseñanzas de su Salvador. Tal comportamiento se entiende mejor y habla mucho más que la mayor predicación. Así un siervo fiel puede dar en su humilde esfera un testimonio tan efectivo acerca de su Salvador como el que da el predicador más elocuente. “Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina. Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio” (1 Timoteo 6:1-2).
Los siervos que tienen amos incrédulos han de honrarlos y no sentirse superiores a ellos, a fin de que el Nombre de Dios y la doctrina no sean blasfemados por sus amos inconversos. Por su parte, aquellos que tienen amos creyentes no deben adoptar una actitud familiar de igualdad con ellos y honrarlos menos. Antes bien, les servirán con sumisión y los honrarán aún más, como fieles y amados hermanos. Nuestro lugar en la Iglesia de Dios no ha de confundirse con nuestra posición en el mundo y nuestras condiciones de vida. En la Iglesia de Dios todos son hermanos, miembros los unos de los otros, mientras que en el mundo hay distintos niveles sociales que deben ser respetados.
Amos
Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos
(Colosenses 4:1).
Los amos cristianos siempre deberían recordar que tienen a un Amo en el cielo ante quien son responsables del papel que desempeñan como amos y que deben actuar con sus siervos así como su Amo celestial actúa con ellos. El sentimiento de Su señorío debe estar siempre ante su conciencia, a fin de que el corazón reconozca diariamente Su bondad, gracia y benignidad.
Nuestro Amo celestial no es duro y austero y el amo cristiano no debe caracterizarse por esos rasgos. Debería reflejar el carácter de su Amo celestial –quien es luz y amor– y comportarse con sus siervos con toda justicia y bondad, dándoles lo que es justo y equitativo. La luz del cielo estará en su hogar y será un candelero que “alumbra a todos los que están en casa” (Mateo 5:15).
En Efesios 6:9 los amos son exhortados a renunciar a las amenazas. Si bien esto tenía especial fuerza en los días de la esclavitud, también contiene una enseñanza para los patrones en los días de libertad en que vivimos. Amenazas o lenguaje áspero cuadran mal con un hijo de un Amo benigno, amante, justo, celestial. Si el ojo del amo terrenal está siempre puesto en lo alto, en su Amo en el cielo, la voz de bondad y justicia será siempre oída por sus siervos.
¡Qué bello cuadro se nos ofrece en Rut 2:4 acerca de la feliz relación existente entre el amo, Booz, y sus siervos, los segadores! Cuando llega a su campo, Booz saluda a sus siervos con las palabras: “Jehová sea con vosotros”, y ellos responden: “Jehová te bendiga”. Booz es un magnífico tipo de Cristo, nuestro “Pariente”, Redentor y Señor (o Amo). La pequeña epístola de Filemón también es muy instructiva para los amos, pues les muestra cómo el espíritu de Cristo debería gobernar su conducta para con aquellos que hasta eran siervos inútiles.
Los amos no sólo deberían pensar en cuánta ganancia deben recibir de sus siervos, sino también en buscar el amor de sus corazones. A un amo cristiano se le preguntó cierta vez cuántos corazones tenía a su servicio. La rareza de la frase revela cuán poco se piensa en ello, mientras que se habla corrientemente de un amo «empleando tantos brazos».