Timoteo

Siervo de Jesucristo

El aprecio de Pablo por Timoteo

En las diversas epístolas, hallamos varias expresiones en las cuales Pablo manifiesta su aprecio y afecto por Timoteo.

Primeramente como compañero de obra. “Nuestro hermano, servidor de Dios y colaborador” (1 Tesalonicenses 3:2), expresión empleada nuevamente en Romanos 16:21, mientras que en 1 Corintios 16:10 Pablo precisa: “Él hace la obra del Señor así como yo”. ¡Qué privilegio haber sido compañero de Pablo! Bernabé, Marcos y Silas lo fueron por algún tiempo, pero ninguno tanto tiempo como Timoteo.

También comprendemos la apreciación que dio de él a los corintios: “Mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (1 Corintios 4:17). A pesar de la timidez de Timoteo, Pablo podía contar con él para recordar con exactitud a los corintios la enseñanza que él les había dado. La misión en Corinto, como ya lo hemos dicho, era difícil y delicada debido a los desórdenes y divisiones que reinaban allí y el rechazo al ministerio del apóstol Pablo.

Más tarde, escribiendo a los filipenses, el apóstol pudo decir del joven Timoteo: “A ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros... Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio” (Filipenses 2:20-22). La “preocupación por todas las iglesias” pesaba sobre el corazón de Pablo todos los días (2 Corintios 11:28). Timoteo participaba de este profundo interés. Puesto a prueba, había servido con Pablo en el evangelio, como un hijo sirve a su padre. Así el apóstol, hablando de él y de Epafrodito, escribe: “A los tales tenedlos en honra” (Filipenses 2:29, V. M.).

Cuando Timoteo se asocia a Pablo en la suscripción de las epístolas, simplemente es llamado “el hermano Timoteo” (2 Corintios 1:1; Colosenses 1:1, etc.). Es la humildad de un joven que conserva el lugar que le conviene.

En esas dos epístolas, el apóstol deja fluir todo su afecto hacia su “verdadero hijo en la fe” (1 Timoteo 1:2, 18; 2 Timoteo 1:2; 2:1). Él es un “buen ministro de Jesucristo, nutrido” (1 Timoteo 4:6), un “buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2:3), un “hombre de Dios” (1 Timoteo 6:11), alguien que obra de parte de Dios y para Dios.

Por eso Pablo pudo decirle: “Tú has seguido mi doctrina”; podía exhortarlo a estar plenamente convencido, y a cumplir plenamente su servicio. El “pero tú”, cuatro veces repetido (1 Timoteo 6:11; 2 Timoteo 3:10, 14; 4:5), subraya la fidelidad de Timoteo en contraste con todo lo que lo rodeaba, fidelidad con la cual el apóstol contaba totalmente.

“Porque yo”, agrega él, “ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (2 Timoteo 4:6). Vas a quedar solo, sabes lo que te espera, pero el que ha estado conmigo a lo largo del camino, el Señor Jesucristo, “esté con tu espíritu” (cap. 4:22).