Las epístolas son cartas dirigidas por los apóstoles a iglesias locales o a creyentes en particular. En ellas hallamos expuestas las verdades cristianas. Aunque fue escrita después de otras, la epístola a los Romanos ha sido colocada en primer lugar con mucha razón, pues su tema es el Evangelio. Antes de recibir una enseñanza cristiana, hay que empezar por llegar a ser cristiano. Amigo lector, si no lo ha hecho aún, hoy se le presenta esta oportunidad.
Cierto predicador del Evangelio, que tenía a su cargo una serie de reuniones en una ciudad, se limitó a leer, cada noche, los seis primeros capítulos de esta epístola, sin agregarle una sola palabra. Y cada noche hubo varias conversiones. Tal es el poder de la Palabra de Dios y la autoridad del Evangelio,
Poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (v. 16).
Esta carta fue escrita mucho antes del dramático viaje relatado al final del libro de los Hechos. Por lo tanto, Pablo todavía no había visto a los romanos. Pero –he aquí la condición de un ministerio útil– estaba lleno de amor hacia ellos y ante todo hacia Aquel a quien iba a anunciarles: Jesucristo. Su nombre llena los primeros versículos. Sí, Cristo es la sustancia del Evangelio, el fundamento de toda relación entre Dios y el hombre. Además, la buena nueva del Evangelio no se limita al perdón de los pecados, sino que contiene toda la verdad de Cristo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"