Dios puso sentimientos humanitarios en el corazón de los paganos de la isla de Malta (v. 2; como anteriormente en el de Julio, el centurión, cap. 27:3). Acogieron y reconfortaron a los náufragos. En medio de ellos, el Señor se complació en distinguir a su siervo por medio de un milagro. El apóstol, quien no se consideró demasiado digno para recoger leña a fin de alimentar el fuego, fue atacado por una víbora y no sufrió ningún daño. Esta era una de las señales que debían acompañar a los discípulos del Señor. Otra era la imposición de las manos sobre los enfermos para que fueran sanados (véase Marcos 16:17-18). La benevolencia de los “naturales” de Malta obtuvo rápidamente su recompensa. Todos los enfermos de la isla, empezando por el padre de Publio, fueron sanados por el poder de Dios. Esperamos que muchas de estas personas hayan encontrado también la salvación de sus almas. De ese modo, la oposición del enemigo solo habrá servido para echar la semilla del Evangelio sobre una nueva tierra.
El viaje de Pablo se terminó. Antes de traer cualquier cosa a los hermanos de Roma, él mismo “cobró aliento” gracias a la comunión fraternal (v. 15, comp. Romanos 1:12). Aun el creyente más joven puede ser un motivo de gozo y estímulo para un siervo de Dios.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"