Llamado por Jesucristo para un ministerio extraordinario entre las naciones, Pablo no fue desobediente (v. 19). ¡Que nosotros tampoco seamos rebeldes para cumplir con los modestos servicios que el Señor nos ha confiado!
Para Festo, hombre sin necesidades espirituales, los conceptos de Pablo eran pura divagación (v. 24). En efecto, “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura” (1 Corintios 2:14). Entonces el apóstol se dirigió directamente al rey Agripa; lo hizo con respeto, pero también con la autoridad que le daba la Palabra de Dios (Salmo 119:4). El rey escondió su turbación desviando la pregunta (v. 28). No obstante, estar casi convencido o “por poco” llegar a ser cristiano, es estar todavía completamente perdido.
¿Quién tenía la suerte más envidiable, el rey o el cautivo? Consciente de su alta posición ante Dios, Pablo, el prisionero de Jesucristo, no pensaba en la posición del hombre que estaba en su presencia, sino en su alma. No nos dejemos detener por la apariencia de los hombres, pensemos más bien en su destino eterno.
El apóstol fue llevado sucesivamente ante el concilio judío, Félix, Festo y Agripa. Pero también era necesario que compareciera ante César, quien en aquel tiempo era el cruel Nerón.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"