Agripa y Berenice (así como Drusila, mujer de Félix) eran hijos de Herodes Agripa I y constituían la cuarta generación de esa dinastía criminal. La visita de cortesía que hicieron al nuevo gobernador dio a este último la oportunidad de informarse acerca de su extraño prisionero. La forma en que Festo resumió el asunto muestra el poco interés que para él presentaban esas cuestiones religiosas. Se trata “de un cierto Jesús, ya muerto…” (v. 19). Para muchas personas hoy Cristo no tiene importancia. Sin embargo, Pablo afirmaba que Cristo estaba vivo; y eso hacía toda la diferencia.
El apóstol fue introducido en medio de esa corte reunida “con mucha pompa”. Según la palabra del Señor a Ananías, Pablo era “un instrumento escogido” para llevar el nombre de Jesús en presencia de reyes (cap. 9:15). Pero era el embajador de un Rey mucho más grande que aquellos ante quienes debía comparecer, un “embajador en cadenas”, como él mismo se denomina en Efesios 6:20. Sin embargo, hablaba con denuedo de su Señor, pues “la palabra de Dios no está presa” (2 Timoteo 2:9).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"