A pesar de la evidente inocencia de Pablo y la mala fe de sus acusadores, por consideración a estos últimos, Félix aplazó cobardemente su decisión. Pero también postergó una decisión mucho más grave aún: la concerniente a su alma. Convocado para hablarle “acerca de la fe en Jesucristo”, Pablo presentó un aspecto de la verdad que Félix no esperaba (v. 25). La Palabra espantó su conciencia endurecida por el amor al dinero, pero no le hizo mella. “Ahora vete… cuando tenga oportunidad te llamaré”, contestó el gobernador, dejando escapar, tal vez para siempre, la oportunidad que Dios le brindaba. Pese a su nombre, que significa feliz, Félix dejó pasar la verdadera felicidad. No olvidemos que ¡el “tiempo aceptable” es ahora! (2 Corintios 6:2).
Dos años pasaron y el apóstol aún permanecía preso. Sin embargo, el odio de los judíos no decrecía. Apenas Festo reemplazó a Félix, se tramó un nuevo complot, del cual el Señor liberó a su testigo. Como en Félix (cap. 24:27) y anteriormente en Pilato (Marcos 15:15), la principal preocupación de Festo era “congraciarse con los judíos” (v. 9). Por eso Pablo se sintió obligado a valerse nuevamente de sus derechos de ciudadano romano apelando a César.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"