Pablo en Atenas

Hechos 17:16-34

Al quedar solo en Atenas, Pablo no se dejó distraer por sus monumentos y esculturas. Su corazón se enardeció al descubrir que esa ciudad, célebre por su cultura, estaba entregada a la más pavorosa idolatría. En el ágora (plaza pública de las ciudades griegas), Pablo encontró a los filósofos de distintas escuelas universalmente conocidas por su sabiduría. La inteligencia ha sido dada al hombre para discernir el eterno poder y la deidad de su Creador (Romanos 1:20). Pero la ignorancia de aquellos espíritus eminentes confirma que “el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría” (1 Corintios 1:21). En medio de ellos había un altar al “Dios no conocido”. Empezando por el principio, Pablo les habló del “Señor del cielo y de la tierra” (v. 24) que se ha revelado no solo en la creación, sino también en la redención. Ese Dios soberano “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (v. 30). Así que absolutamente nadie puede pretender que esa orden divina no le concierne.

La curiosidad intelectual no tiene nada en común con la verdadera necesidad del alma. Algunos oyentes de Pablo se burlaron abiertamente de él; otros dejaron para más tarde el examinar estas cosas. Pero algunos creyeron. Este aún es hoy el triple efecto producido por la predicación del Evangelio.

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"