En Iconio la Palabra produjo el mismo doble efecto que anteriormente: fe en un gran número de personas y oposición en otros. En cuanto a los apóstoles, hablaban con denuedo. ¿Cuál era el secreto de su ánimo? Estaban “confiados en el Señor”, quien cooperaba con ellos confirmando la Palabra con milagros y prodigios (comp. v. 3; Marcos 16:20). La curación del hombre cojo en Listra, después de que los apóstoles habían sido echados de Iconio, produjo una fuerte impresión en los paganos de aquella ciudad. Estos se dispusieron a adorar como dioses a los hombres, a quienes otros habían intentado apedrear en Iconio. A los ojos de los apóstoles, su nueva situación era aun peor que la anterior. Horrorizados, exhortaron a esos idólatras a volverse al Dios vivo (comp. cap. 12:22, 23). ¡Pero los sentimientos de la multitud son tan contradictorios! Pronto los judíos llegados de Iconio les hicieron cambiar de opinión y apedrearon a Pablo con el consentimiento de todos. Salvaguardado por el Señor, el fiel siervo no se asustó ni se desanimó. Tranquilamente prosiguió su ministerio, volviendo por las ciudades en las cuales el Evangelio ya había sido anunciado. Así terminó el primer viaje misionero. Los apóstoles contaron a la iglesia todas las cosas gloriosas que Dios había hecho con ellos.
La multitud se deja influenciar rápidamente
Hechos 14:1-28