Ataque a la obra del Señor

Hechos 15:1-21

Los creyentes de origen judío que componían las asambleas de Jerusalén y Judea experimentaron un gran gozo al oír sobre la conversión de las naciones (o gentiles). Pero algunos pensaban que para llegar a ser cristiano era necesario hacerse judío, es decir, circuncidarse y guardar la ley. Inmediatamente Pablo y Bernabé comprendieron el peligro que implicaba ese razonamiento, el mismo que más tarde obligaría al apóstol a escribir una carta severa a los gálatas. Volver a la esclavitud de la ley, les diría él, no es otra cosa que caer de la gracia (Gálatas 5:1-6). Las asambleas de Jerusalén y Antioquía corrían el peligro de dividirse por tal cuestión, mas Dios condujo los acontecimientos para que este asunto fuera debatido en Jerusalén y se salvaguardara la unidad de la Asamblea. Pedro y Jacobo tomaron la palabra y confirmaron que gentiles y judíos son salvados de una misma y única manera:

Por la gracia del Señor Jesús (v. 11).

Además no se debía inquietar a los nuevos convertidos con “débiles y pobres rudimentos” (v. 19; Gálatas 4:9). Sin embargo, Dios mantiene ciertos mandamientos que son anteriores al pueblo de Israel. Estos son valederos para todos los tiempos y para todas las criaturas. Así, el abstenerse de sangre se remonta al diluvio (Génesis 9:4), y el respeto por el matrimonio a la misma creación (Mateo 19:4-8).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"