Los apóstoles y los ancianos reunidos en Jerusalén se ocuparon diligentemente del asunto que se les planteaba. Toda la iglesia estuvo de acuerdo con las conclusiones de Jacobo (v. 22, 25). La carta que enviaron por intermedio de Judas y Silas tranquilizó y consoló a los hermanos de Antioquía que habían sido perturbados (v. 24). Al mismo tiempo la visita de los dos siervos de Dios contribuyó mucho a la edificación de la iglesia (v. 32). Los esfuerzos del enemigo para turbar y provocar divisiones produjeron finalmente efectos opuestos. La fe de los discípulos fue fortalecida y los vínculos de comunión entre las iglesias se estrecharon. Una vez más el enemigo cayó en su propia trampa (Proverbios 11:18).
Después de haber solucionado toda dificultad, la obra del Señor pudo continuar. La solicitud de Pablo por las asambleas constituidas durante su primer viaje se manifestó al emprender otro viaje para ver cómo estaban espiritualmente los hermanos (comp. 2 Corintios 11:28): “Lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”. Pero esta vez, Bernabé no fue con Pablo, por causa del desacuerdo surgido entre ellos acerca de Marcos, su sobrino. Más tarde Marcos volvería a merecer la confianza del apóstol y le sería “útil para el ministerio” (Colosenses 4:10; 2 Timoteo 4:11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"