Tan pronto como se convirtió, Saulo empezó a predicar el nombre que tanto había combatido (v. 20). Sin embargo, fueron necesarios muchos años de preparación para el ministerio al cual el Señor lo destinaba (v. 15). Jóvenes creyentes, no esperen hasta tener un gran conocimiento para hablar del Señor a otros. Pero tampoco piensen que para emprender cualquier servicio para el Señor sea suficiente ser salvo. Pablo necesitó un período de retiro en Arabia (Gálatas 1:17) y otro en Tarso (v. 30; 11:25) antes de ser llamado a predicar el Evangelio a las naciones en compañía de Bernabé. Solo catorce años después de su conversión los demás apóstoles le dieron “la diestra en señal de compañerismo”, reconociendo su obra entre las naciones (véase Gálatas 2:9).
Cuatro hermosos rasgos caracterizaban a las iglesias en esos primeros tiempos: la paz, la edificación, un temor reverente y el crecimiento debido a la acción del divino “Consolador”, el Espíritu Santo (v. 31) que aún permanece con nosotros para que podamos realizar esos caracteres.
El capítulo termina con la curación de Eneas y la resurrección de Dorcas: dos milagros, hechos a través de Pedro, que permitieron llevar almas al Señor y que los discípulos gozaran de la consolación del Espíritu Santo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"