Cuando el sumo sacerdote cedió la palabra a Esteban, este no aprovechó para refutar las falsas acusaciones de las cuales le inculpaban. El Espíritu Santo, del cual estaba lleno, le dictó “en la misma hora” lo que debía contestar (Lucas 12:11-12). Se sirvió de la historia de Israel para exponer los caminos de Dios y su fidelidad, al mismo tiempo que la infidelidad del pueblo. En efecto, ese relato que ocupa un relevante lugar en la Palabra de Dios contiene, bajo forma de “figuras”, enseñanzas destinadas a servir de advertencia (1 Corintios 10:11).
Abraham fue llamado por el Dios de gloria y obedeció (Hebreos 11:8). Por la fe confió en las promesas que Dios le había hecho desde antes del nacimiento de Isaac. Sus descendientes debían residir algún tiempo en Egipto y padecer allí bajo el yugo de la esclavitud, para luego salir de ese país e ir a servir al Señor en la tierra prometida. “Me servirán” (v. 7), palabras apropiadas para alcanzar la conciencia de ese pueblo indócil y rebelde.
La historia de José, rechazado por sus hermanos y luego exaltado por el Faraón, ilustra notablemente el odio de los judíos hacia Cristo y la posición gloriosa que Dios le dio después de haberlo librado “de todas sus tribulaciones” (v. 10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"