Al enterarse de la curación del cojo, una muchedumbre de curiosos se aglomeró: todos estaban atónitos y maravillados (v. 10). Pero enseguida Pedro desvió la atención puesta en él y en Juan, para atribuir el milagro al poder del nombre de Jesús. Ese hecho demostraba de una manera deslumbrante la vida y el poder en la resurrección de Aquel a quien habían matado. “Negasteis al Santo y al Justo”, les declara el apóstol; no para condenarlos, sino como alguien que entiende por experiencia propia la vergüenza que implica este pecado (v. 14; Lucas 22:54-61). Luego agrega: “Sé que por ignorancia lo habéis hecho (v. 17), confirmando así la Palabra del Salvador en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”(Lucas 23:34).
La oportunidad que aquí es dada a los judíos de oír el Evangelio y de arrepentirse responde a ese ruego del Señor. En medio de ellos tenían el testimonio del Espíritu Santo hablando a través de Pedro y manifestándose por la vida de la Iglesia (cap. 2:44-47). Si la nación hubiera confesado su pecado y se hubiese vuelto de todo corazón a Dios, el Señor habría regresado; pero como no quiso, desde entonces no podrá alegar su ignorancia.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"