El capítulo 2 termina con un admirable cuadro de la Iglesia en sus comienzos. Como hoy en día, realizaba reuniones para la edificación, la adoración y la oración (v. 42). Sin embargo, ahora frecuentemente limitamos la vida de la asamblea a estas reuniones, cuando debería tener su prolongación en las casas de los que la componen (v. 46). “Y sobrevino temor a toda persona”, declara el versículo 43. La seriedad y la gravedad pueden coincidir perfectamente con la alegría señalada en el versículo 46.
En el capítulo 3 vemos el poder del Espíritu Santo manifestándose no solo en las palabras de los apóstoles, sino también en sus obras.
Al pedir limosna a Pedro y a Juan, el cojo sentado a la puerta del templo, llamada la Hermosa, estaba lejos de esperar el don que iba a recibir: una milagrosa curación por la fe en el solo nombre de Jesús. “Lo que tengo te doy”, le dijo Pedro (v. 6). Cuando se trata de dar algo, generalmente pensamos primero en el dinero (v. 6). Pocas veces pensamos en dar a conocer nuestro inagotable tesoro celestial, a nuestro Salvador, lo cual es un gran privilegio.
¡Qué cambio para ese pobre cojo! Hasta entonces había estado “a la puerta”, es decir, fuera. Entonces entró en la presencia de Dios para alabarlo (v. 8). ¿Estará alguno de nuestros lectores aún “a la puerta”?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"