El pobre Jacob se agita, especula, rivaliza en astucia y engaño con Labán, procurando enriquecerse mediante su propia inteligencia y esfuerzos. Cuán triste es ver a un creyente luchando con las gentes del mundo por los bienes terrenales. Isaac había dado un ejemplo muy diferente a su hijo Jacob (cap. 26:15-22).
En 1 Timoteo 6:6-10, el apóstol pone en contraste el deseo de enriquecerse con la piedad, la cual, con el contentamiento, es una gran ganancia. He aquí, pues, la doble ganancia, las verdaderas riquezas que se deben buscar:
1. La piedad, es decir, las relaciones con Dios, de las cuales nos hablan los altares. Pero, en su destierro, Jacob no tiene altar, no tiene relación consciente con Dios.
2. El contentamiento que los patriarcas ponían en práctica viviendo en tiendas, y que incluso Jacob mismo había practicado (cap. 25:27). El apóstol Pablo aprendió personalmente a estar contento en cualquier circunstancia en que se encontrara (Filipenses 4:11). ¡Cuán difícil es estar siempre contento! Sin embargo, el mejor testimonio que podríamos dar a nuestro alrededor ¿no es mostrar que estamos satisfechos con lo que Dios nos ha dado? Pues nos ha dado nada menos que a su propio Hijo y todas las cosas con él (Romanos 8:32).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"