Te guardaré por dondequiera que fueres… porque no te dejaré,
(cap. 28:15)
había prometido Jehová a Jacob durante la noche pasada en Bet-el. Cuánto consuelo da pensar que el ojo de Dios sigue continuamente a los suyos, incluso cuando ellos descuidan mirarle (Salmo 32:8). Estos providenciales cuidados conducen a Jacob a la familia de su madre, junto a su tío Labán. Asistimos de nuevo a un encuentro cerca de un pozo, quizás el mismo del capítulo 24. Pero esta vez no oímos ninguna oración de la boca del viajero, ni para pedir a Dios que le proporcione un encuentro feliz, ni para darle gracias por haber hecho prosperar su viaje. Tampoco vemos a la joven dar de beber al visitante cansado. ¡Qué diferencia también en la casa de Labán! Jacob cuenta “todas estas cosas” (v. 13), pero no oímos en su relato ninguna mención del nombre de Jehová, ni de la manera en que Él ha bendecido a su familia (comp. cap. 24:35), ni nada sobre su encuentro en Bet-el. ¿Cuáles son nuestros temas habituales de conversación cuando nos encontramos con un pariente o un amigo cristiano? ¿Aprovechamos para conversar sobre temas edificantes? ¿Es el Señor el centro? Para que así sea, es necesario que nuestros corazones estén continuamente con Él.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"