Mientras el pueblo de Dios obtiene su fuerza mediante la dependencia del Señor, el mundo busca la suya en la asociación. Su proverbio «la unión hace la fuerza» es la base de toda clase de agrupaciones, incluidas las religiosas. Observemos cómo en este caso todos los pueblos enemigos se conciertan “para pelear contra Josué e Israel” (v. 2). Cuando se trata de combatir la verdad, hombres circunstancialmente enemistados se unen para resistirla. Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se reconciliaron y se unieron contra Jesús “con los gentiles y el pueblo de Israel” (Lucas 23:12; Hechos 4:27).
Mientras se forma la conjuración, absorbiendo la atención de Israel, el enemigo lo sorprende mediante un hábil engaño. Cuando Satanás no logra sus fines ejerciendo la fuerza brutal, ensaya otros artificios. A menudo caemos en la trampa de las ventajas o los halagos, cuando descuidamos consultar al Señor (v. 14). El enemigo, detrás de sus agentes, ve con buenos ojos una cooperación con los hijos de Dios y sabe ser amable para engañarlos en cuanto a sus verdaderas intenciones (Esdras 4:2). Estemos alerta, porque semejante alianza es en primer lugar una desobediencia y luego una puerta abierta a muchas infidelidades (Éxodo 34:12, 15-16).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"