“¿Qué harás tú a tu grande nombre?”, había preguntado Josué a Dios (cap. 7:9). Ahora que el pecado ha sido quitado, Israel espera en Dios y Dios le responde dándole la victoria. Y el artífice de esta victoria, aquel cuyo nombre suena una y otra vez en nuestro relato, es Josué, nuevamente figura de Cristo, quien conduce a los suyos en sus combates. Mediante su lanza extendida hacia Hai, por orden de Jehová, Josué muestra quién dirige la maniobra y recuerda que existe un plan de conjunto, una estrategia de la cual solo Él tiene pleno conocimiento. Pues bien, ¡eso es Jesús para nosotros! Él es quien conoce el papel que cada soldado ha de desempeñar, quien coloca a cada cual en su puesto y finalmente nos da la señal para cada movimiento. Al mirar a Cristo, tal como lo hiciera el combatiente cuando miraba la bandera de su jefe, sabemos lo que tenemos que hacer, cobramos valor. Y recordémoslo bien, no estamos solos en la batalla; tenemos hermanos que sostienen las mismas luchas. Sin embargo no se trata, como en los tiempos de Josué, de combates públicos, gloriosos y espectaculares. Nuestras victorias, generalmente, serán logradas de rodillas en nuestra habitación, y solo el Señor será testigo de ellas.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"