El mal se descubre

Josué 7:16-26

Tanto para el juicio como para el combate, Josué se levanta temprano (v. 16). El asunto tiene que arreglarse cuanto antes. Cuando Dios ha esclarecido nuestra conciencia, debemos ponerles orden a las cosas inmediatamente. Al echar suertes, la red se va estrechando en torno al culpable. Finalmente el dedo de Dios lo señala. “Fue tomado Acán” (v. 18). ¿Hay algo más terrible que ser desenmascarado así por Dios mismo? En el curso de la última cena con sus discípulos, Jesús les señaló al traidor, ofreciendo a Judas el pan mojado (Juan 13:26).

“Hijo mío, da gloria a Jehová”, le dice Josué. La gloria de Dios siempre exige la verdad absoluta. Entonces Acán cuenta su triste historia. Es la de todas las codicias, cuyo funesto engranaje nos muestra Santiago (cap. 1:14-15): primero los ojos, luego el corazón y, finalmente, las manos para agarrar y esconder. “He pecado”, reconoció Acán. “Pues vi entre los despojos… lo cual codicié y tomé; y he aquí…”. El hermoso manto babilónico, la plata y el oro estaban bien escondidos en la tienda donde solo Dios los había visto.

Pero no olvidemos la conclusión: “el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. Y el penoso juicio ha de ejecutarse: el malo debe ser quitado de en medio de la asamblea de Israel (comp. con 1 Corintios 5:13).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"