Después de Jericó, Israel debe combatir a Hai, una ciudad aparentemente insignificante. Parece fácil tomarla sin molestar a todos los hombres de guerra; con tres mil bastará. Pero contrariamente a lo esperado, Israel es vencido. Entonces el corazón del pueblo desfallece, así como había desfallecido anteriormente el corazón de sus enemigos (cap. 5:1). Josué, desanimado, se postra sobre su rostro y se lamenta. Pero Jehová lo invita a levantarse y conocer el porqué de la derrota. El anatema, es decir, el pecado, impide que Dios luche en favor de los suyos. ¡Esta es una gran lección para cada uno de nosotros! Nuestra conciencia es como el campamento de Israel. Una falta que ocultamos, que rehusamos confesar a los hombres y a Dios, nos priva de su comunión, sin la cual un cristiano está vencido de antemano. Y más grave todavía: se trata del gran nombre que llevamos (v. 9), el de Cristo, quien es deshonrado por nuestra falta. “¿Qué harás tú a tu grande nombre?”, es una oración inteligente. El que habla así sabe dar la gloria a Dios antes que defender sus propios intereses. Asaf pide en el Salmo 79:9:
Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"