A la sutil pregunta que hicieron estos “espías”, Jesús respondió, como de costumbre, hablando a su conciencia. Es necesario dar a cada uno lo que le corresponde, y primeramente debemos darle a Dios la obediencia y el honor que le pertenecen (Romanos 13:7).
En cuanto a los saduceos, el Señor les probó la realidad de la resurrección por medio de este título que Dios se da: El “Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob” (v. 37; Éxodo 3:6). Cuando Jehová hablaba así a Moisés, ya hacía mucho tiempo que estos patriarcas habían dejado la tierra. Sin embargo, él seguía proclamándose su Dios. Para él ellos estaban vivos y sus cuerpos debían resucitar. Estos hombres de fe tenían la mira puesta en “lo prometido”, más allá de la vida presente, y demostraban que esperaban las promesas con certidumbre.
Por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos
(Hebreos 11:13-16).
Creyentes, apliquémonos a mostrar a nuestro alrededor que tenemos una esperanza viva.
Los fariseos y los saduceos corresponden a dos tendencias religiosas de todos los tiempos: de un lado el formalismo legal, el apego a las tradiciones, y del otro, al contrario, el racionalismo (o modernismo) que pone en duda la Palabra y sus verdades fundamentales.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"